Dame un minuto que quiero contarte sobre lo mejor que te pasará en los próximos días.
Nos quejamos de los ególatras, pero nos olvidamos del nosotros para anteponer el yo. Y la pandemia nos dio un duro golpe de humildad.
No estábamos tan lejos ni tan arriba. Nadie.
Esta crisis nos encontramos completamente perdidos. No sabíamos ni el nombre del vecino, hasta en nuestra casa estábamos rodeados y solos. Los audiófonos y los celulares estaban ganando la batalla cuando apareció una alerta mundial y el miedo nos hizo estar más cerca y taparnos las caras en las calles.
Ya no hablabas, mandas un whatsapp. Ya no expresabas, mandabas in emoticon.
Estábamos sufriendo y encontramos una salida.
Habíamos perdido los valores. Perdimos la humanidad.
De pronto nos enteramos de todo muy rápido, instantáneamente supimos las cifras de la muerte. Individualmente intolerantes dejamos la nobleza y la humildad. Habíamos perdido lo básico, cuando la empatía estaba a punto de desaparecer, la generosidad, la tolerancia, la capacidad de amar se estaba diluyendo cuando el milagro se hizo presente en todos los países al mismo tiempo.
Ahora hace falta que nos recuerden por precaución sobre mantener la distancia sana, mientras que lo más sano es distancia física y acercamiento social. Tenemos que estar con los ojos bien abiertos, porque de ahora en adelante solo vendrán cambios. No solo fue una epidemia, fue el cambio social más profundo de la humanidad en cientos de años.
Es imposible cuantificar el impacto emocional de todo esto, incluso, en las nuevas generaciones, quienes escucharon repetidamente que se deben cuidar, mantener distancia, lavarse las manos, NO TOCAR.
Estábamos lejos.
Muy lejos, sin tiempo y con relojes en todos lados. Sin tiempo y exponiendo todo, buscando aprobación en donde no debíamos. Pero no todo está perdido.
Este es el inicio de un nuevo amanecer mundial.
Mantén los ojos y el corazón abierto.
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