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Una explosión de magnitud casi nuclear hace temblar a Beirut.


¿Dónde queda Beirut? es la capital, la mayor ciudad y el principal puerto marítimo del Líbano, tiene poco más de un millón de habitantes.


En medio de la misma pandemia procedente de China, este lugar sale a la luz de las noticias mundiales por este terrible evento. En un año que no para de disparar furia para todos lados. Menos a China, que sigue haciendo su alcancía vendiendo los insumos para proteger al mundo de los estragos del Covid.


Una noticia sobre semillas que podrían generar plagas en las tierras norteamericanas hace cuestionar el nivel del mal que aún no logramos distinguir en medio de tanta muerte por el virus. Esas semillas que están siendo enviadas por correo a miles de casas en varios Estados de EEUU, procedentes (MADE IN CHINA). Se teme que podría tratarse de un equivalente al sargazo en el mar pero en las tierras.


Las clases serán virtuales, la presencia de los compañeros en los recreos se cambiará por pláticas a solas por whatsapp, entre clase y clase de zoom. Imagina esta plática hace un año atrás y suena tan fantástica y poco probable…


Beirut, pocas veces habíamos visto tantos videos desde tantos ángulos de una catástrofe, lo que nos habla que estamos cada vez más comprometidos con la tecnología y más cercanos a la comunicación. Imagina este mismo momento social pero con una catástrofe como las de las Torres Gemelas.


Lamentablemente a partir de ahora al colocar BEIRUT en Google veremos principalmente fotos de la explosión. Es un mundo que archiva y posiciona en los primeros lugares lo malo.


Es un año para resguardar y generar mucho archivo. Porque la vulnerabilidad que tenemos será recordada como lo que es, la debilidad que tenemos como especie y lo poco que estamos preparados incluso cuando se trata de naciones del primer mundo.


La muerte es el tema de la comunicación, mientras que las cifras suben, la desinformación inunda y lo que no vemos es tan solo el inicio de una crisis que puede durar una década.

La ilusión de salir de esto parece cada vez más una fábula hermosa de lo que debería ser un año normal. La confusión y el miedo es la moneda de cambio en todos lados, mientras comenzamos a ver actos ilógicos o poco razonados como mega fiestas, eventos clandestinos muy concurridos y manifestaciones sociales altamente concurridas en fines de semana.


La lógica es vencida por el instinto. La parte menos racional se hace presente ante el desconcierto, la desesperación y la poca fe que se tienen en los datos oficiales.

Sin duda es un buen momento para iniciar a practicar la conexión interior, a fomentar la lectura, el crecimiento de la imaginación a través de la meditación. El crecimiento espiritual es fundamental en una época donde se fomenta el encierro y la falta de flujo natural de oxígeno.


El amor por nosotros, la espiritualidad no reemplazable por el placer ni por la experiencia física. El interior debe ser por primera vez la prioridad, para comprender mejor entre todos el exterior.


Tenemos que aprender sobre este tema y ponerlo en práctica, compartir, abrir los ojos, ayudar a entender que no se trata de clases sociales, dignificar la experiencia de auto conocernos, de vivirnos en plenitud por dentro.


Hace falta mucho de este auto conocimiento para ir creciendo como seres humanos, más aun en medio de tanto alboroto en todos lados y tanto temor ante la proximidad de la muerte.



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