top of page

La experiencia de presenciar "SONIDOS DE LIBERTAD" es ineludiblemente nauseabunda, una película que, sin duda, debería ser una parada obligatoria para todos los padres. No se trata simplemente de verla; es imposible comprenderla completamente si no se es padre o madre. Puede ser dimensionada, pero entenderla desde el dolor de un progenitor es una tarea completamente diferente.


La película es inquietante, cruelmente real y carga consigo una intensidad emocional abrumadora al mostrarnos la capacidad destructiva del ser humano en todo el mundo.

Sin embargo, lo que sucede en México también provoca temor. Desde un joven de quince años aplicando una llave china hasta dejar sin oxígeno a una compañera de clase, mientras el profesor permanece inmóvil y los compañeros apenas reaccionan, hasta el estremecedor acto de un alumno que apuñaló a su maestra, todo captado en video.


Estos eventos exponen lo peor de la humanidad: bestias descontroladas, hienas sedientas de ira, chacales que arrasan con lo más hermoso simplemente porque están descuidados en sus hogares.


El dilema radica en que estas atrocidades no nos duelen lo suficiente porque no son nuestras familias las afectadas. No es nuestra hija asfixiada ni nuestra madre apuñalada en su lugar de trabajo. Estos casos deberían ser un llamado de atención, al igual que la película de Verástegui, que nos muestra la frialdad con la que pueden arrebatar a un niño para luego comercializarlo sin el menor remordimiento.


Estos jóvenes, de quince o más años, deberían ser un espejo que nos obligue a reflexionar sobre la descomposición social en la que estamos inmersos. Es devastador considerar que algo así pueda sucedernos a nosotros y, después de recibir una llamada telefónica, encontrarnos solos en nuestra búsqueda de justicia.


Es evidente que las penas deberían ser más severas en estos casos. Parece que es normal que una niña de trece años tenga un hijo, pero ilegal que un joven de quince aseste una puñalada a su profesora. Este desequilibrio es un reflejo de una sociedad que ha perdido el norte moral.


El padre de la joven sometida a la llave china relata su sufrimiento constante, sus llantos desconsolados y cómo la escuela suspendió al agresor por míseros diez días como castigo. Este abandono de una generación perdida es palpable en la sobre comunicación que, irónicamente, resulta en una falta de conexión real.


Anoche, en un supermercado, presencié una escena que ejemplifica este abandono. Un carro con dos niños dentro, uno de seis y otro de dos años, estaba encendido. Mi primera reacción fue querer romper la ventana, pero la indiferencia de quienes deberían actuar me detuvo. ¿Cómo es posible que dejemos a nuestros hijos desprotegidos de esta manera?

La película "SONIDOS DE LIBERTAD" acentuó mi indignación. Golpeó directamente mi alma, retorció mi estómago y, aunque difícil de digerir, es una realidad necesaria y urgente.


Si fueras el padre de la niña asfixiada por diversión o la madre del joven al que ocho hombres golpearon hasta patearle la cabeza, ¿qué harías?


Los padres somos responsables de lo que traemos al mundo y de lo que cosechamos en ellos. La batalla educativa no puede darse por perdida ante los primeros destellos de la adolescencia.


No podemos liberar a nuestros jóvenes como si fueran perros en busca de comida, confiando en que encontrarán su camino por sí mismos.


Estamos viviendo uno de los peores momentos de la historia, donde la violencia se ha normalizado y los maestros ni siquiera reaccionan cuando un alumno se desmaya en clase. Los jóvenes necesitan más que un celular y redes sociales; están perdiendo la brújula de la realidad, cediendo ante las tendencias y el abandono.


Ninguna escuela, por excelente que sea, puede salvarlos si los padres no asumen su papel de educadores. Es nuestra responsabilidad, porque lo que descuidas hoy puede destruir lo que tanto cuido yo, y esto aplica para todos.


El abandono es evidente, tan urgente como dejar la casa sin limpiar durante meses. No hay justificaciones válidas. Un joven de quince o dieciocho años no conoce completamente el mundo; siempre necesitan guía y apoyo.


No duele ni es incómoda, hasta que te toca ser la víctima de una bestia descontrolada, a su vez, víctima de abandono emocional en su hogar. Lamentablemente, cuando llega ese momento, es tarde para decir que es bueno y que no tiene la culpa.


Reflexiona. ¿Estás haciendo lo suficiente? Mirarse al espejo y preguntarse es el primer paso para marcar una gran diferencia.


Esto es abandono. No podemos permitirnos justificaciones. La urgencia es clara.


Espero que estas palabras te dejen algo, después es tarde para buscar culpables, arrepentimiento o excusas. Si no, gracias por leer y suerte en tu camino. Estás a tiempo, reparte mejor tu tiempo.


Por Andrés Vancook

bottom of page