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Venía manejando y pasé por una funeraria. Dos treinta de la tarde, hoy un día despejado. A mi derecha estaba la construcción imponente, casualmente junto a un cementerio. Pero lo que me llamó la atención fue ver salir humo negro desde dos enormes chimeneas que jamás había notado en ninguna de las veces que pasé por el lugar.


Humo negro que marcaba el cielo con color muerte.


Muerte que nos hiciste sentir que estás presente, que marcaste los miles de muros en redes, te hiciste normal y tristemente cotidiana.


¿Quién lo hubiera imaginado?


Doctores pidiendo ayuda, enfermeros desesperados. Personas en cuarentena real, después de cientos de películas del estilo. El caos real se hizo presente en medio de un mundo lleno de egocentrismo.


¿Qué planes tendrá Dios?


El cambio es inminente, no podemos nombrar la próxima etapa y apenas podemos encontrar un sentido al presente confuso llamándole nueva normalidad.

Llegó el momento.


Todos avanzando dispersos y con miedo, juzgando con más fuerza que nunca, aprovechando cualquier espacio para reclamar espacios que nunca habían sido otorgados. Es algo así como una pesca en medio del mar enloquecido. Llegó el momento de entender lo más básico, lo que la escuela nunca nos enseñó.

En medio de todo esto, la pobreza, el hambre y la desigualdad quedan marcadas con furia sobre la madera de la corteza terrestre.



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