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Andres Vancook

Eran momentos épicos frente a la tele cuando Bart hacía algo loco, mientras que Homero era un empleado desalineado y poco atento. Cuando aquella casa ubicada en Springfield era grande y espaciosa, siempre habitada por aquella mamá que solo dedicaba su vida a limpiar y cocinar. Todo un relato noventero que dejaba ver una situación que ya no existe. Es curioso y de admirar que el modelo de la caricatura se haya extendido tanto tiempo. En sus inicios era una especie de sátira de la realidad de la mayoría de las familias norteamericanas, pero el tiempo pasa y con el acelerado ritmo social, la incorporación de las redes sociales y tantos cambios culturales y económicos, la serie fue quedando poco a poco como un bello material viejo para admirar. No hay duda que EEUU sigue siendo la potencia mundial, pero tanto ahí como en el resto del mundo se han modificado muchos de los códigos de normalidad en las últimas dos décadas. Quizás por eso es que ya da casi igual que salga una nueva temporada de los Simpson, o que salga una película sobre esta icónica familia.

Hoy se podría catalogar con facilidad a cada uno de los personajes dejando en un lugar incómodo al capítulo. No queremos ver al hombre cual su único fin es emborracharse sin importarle cuidar su fuente de trabajo. No queremos ver a la mujer ama de casa que aguanta a su esposo alcohólico que se la pasa encerrado en la cantina. No queremos ver al joven que realiza actos vandálicos siempre a la puerta de una comisaria. Ni tampoco podemos dimensionar a una adolescente que sueña con crecer profesionalmente y cultivarse a través a través de la cultura y el arte, siendo víctima del machismo que siempre beneficia a su hermano. Sobre todo, en momentos donde los feminicidios son un problema mayúsculo, las mujeres luchan día a día por igualar sus derechos en medio de un mundo que muchas veces es desigual. Donde miles de familias son víctimas de un adolescente que dentro de su núcleo familiar lucha contra las drogas, la violencia y la delincuencia. Quizás ya las casas no son tan grandes y hace falta más vecinos bondadosos que prediquen el bien a través de alguna religión. En medio de todo ese caos se cría una bebé, quien siempre está cerca de un ambiente hostil y peligroso para cualquier niño. Sin duda, la violencia infantil y el foco que apuntó a la realidad de millones de niños víctimas de la violencia hace que lo que proyecta el trato hacia Maggie, sea más un foco de riesgo más que una parodia televisiva. Bien dicen que la realidad siempre supera a la ficción. Es obvio que el modelo de entretenimiento que marcó una generación a través de los Simpson ya es historia, aplaudiendo de pie el esfuerzo que todos aquellos que luchan por mantener la franquicia vigente hacen. Sabiendo que hoy en día es propiedad de Disney, seguramente logren sacar el jugo algún tiempo más. Aunque su esencia quedó detenida en el tiempo de todos aquellos que vimos la serie en sus mejores momentos. Andres Vancook



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