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Una persona escribe en su muro que ocupaba ser escuchado en una noche de ansiedad y recordé las siguientes palabras de mi inconsciente más consiente que nunca.

Ahora nadie escucha, todos quieren ser escuchados y todos son supuestamente ansiosos, depresivos entre otros trastornos que se suele auto diagnosticar el usuario promedio en cualquier red social.


Las respuestas que recibió a su post sobre la tristeza de no contar con nadie a mitad de la noche eran notablemente empapadas de protagonismo. Asqueroso protagonismo que nos muestra una y otra vez que ahora todos quieren ser escuchado y nadie escucha. Que buscamos el reflejo de algo de amor o amistad en las redes empapadas de estrellas de egocentrismo.


La mayoría de los comentarios eran similares, primero se manifestaban como ofendidos por no haber sido solicitados, ya que supuestamente todos estaban ahí esperando dar su amable ayuda “dicho con tono irónico, lea de nuevo”. Después aparecían los comentarios protagonistas manifestando que saben perfectamente lo que sentía el desdichado nocturno. Todos supuestamente ya habían pasado por eso y querían aprovechar la oportunidad para victimizarse y contarlo. Después estaban los relatos y las historias de protagonistas, en la cuales detallaban sucesos aún peores que los del pobre desvelado que buscaba desahogar sus penas.


Quizás hay que pasar por el infierno para saber de qué se trata estar entre las llamas, ya que quienes suelen pedir ayuda es porque la ocupan. Pero hay una respuesta real ante los problemas reales. Todos sabemos de esas pocas personas a las cuales podríamos quitarnos la armadura y dejar al niño llorón al descubierto, la recomendación absoluta es no improvisar y caer en oídos espada, los cuales puede que te lean, escuchen y hasta parezca que empatizan con tus dolores del alma.


No demorarán más que lo que dura el día hasta legar a la noche para compartir su espíritu protagonista y comentar su supuesta Ilíada de haberte escuchado y consolado, claro, después de contar que te rescataron de las garras del suicidio y que eres una persona tan débil que requieres de ayuda y solo ese rescatista podía hacer la diferencia entre tu vida y tu muerte.


Solemos no querer preocupar a los únicos que pueden llegar a preocuparse. Nadie duerme y cada vez son más los vulnerables en una época de consumo, idiotez y protagonismos.

Somos seres solitarios que podemos comprar tiempo de otros o mendigar ojos que nos lean, pero pocas veces tendremos la dicha de ser amados y respetados aun siendo despojos de lo que en algún momento es un ser brillante.


Ámate, cuídate para cuando sople el viento fuerte en una noche cualquiera, no seas arrastrado por la tormenta de la confusión, encallando sin querer en las islas de los piratas emocionales.



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